20 octubre 2016

Sólo tengo preguntas

Según las noticias y los anuncios van cayendo por la escalera de la credibilidad perdida, más sentido tiene que las organizaciones  ensayen estrategias de relaciones públicas.
Se trata de una de esas disciplinas -aún sin colegios profesionales reconocidos- que la ciencia de la comunicación impulsa desde que consiguió grados y másteres universitarios. Enmascarada como comunicación corporativa o incluso como digitalización de las relaciones desde y entre organizaciones y ciudadanos, las relaciones con grupos de interés han crecido más allá del marketing relacional y de la unidireccional publicidad en medios masivos.
Aunque siguen trabajando para la industria cultural, los indicadores aún confirman caída de alcance mediático (que no periodístico) y baja interacción con las plataformas y los perfiles oficiales en internet. En ese panorama continuado de vacas flacas, ampliar el público objetivo a un abanico de tipos de interlocutor, la razón de ser de las relaciones públicas, no facilita precisamente la coherencia y cohesión que debe tener toda estrategia. Y en cima en un territorio continuadamente crítico. La estrategia publirrelacionista sólo -nada menos que- pretende construir o restaurar cauces de diálogo. Y busca, o consigue aportar, interlocutores y referentes en los entornos más complejos en esta década ominosa que estamos viviendo.
La opción cobarde, la más fácil para las corporates, sale cada vez más cara. Rechazar estas estrategias multiplica los gastos publicitarios y devalúa el sistema periodístico con propaganda política y marketing vacío. Si no que se lo digan a la energéticas y las industrias del automóvil que han pasado por caja las crisis de reputación aireadas en los últimos años.
Incluso los intentos más conservadores del sistema en decadencia terminan abocados a gestionar sus crisis periódicas en agencias y consultorías de rrpp. No hay muchas más oportunidades. Si queremos alargar la vida de las instituciones y de las corporaciones que aún se mantienen en pie, deben conseguir al menos un aprobado en el juicio social cada vez más informado, pero también más maleable de la opinión pública.
No sólo es aferrarse a las poltronas, a los beneficios a corto plazo (que cada vez duran menos). Una organización apuesta conscientemente por las relaciones públicas si mantiene valores compartibles, intención de servicio y responsabilidades con su territorio. El coste de esta opciones implica abrir la filosofía y la dirección a opiniones y voces alternativas. No son sólo relevantes,; son imprescindibles para un planeamiento verdaderamente estratégico y de futuro.
Esto va a complicar los criterios históricos de los profesionales que han mantenido una única portavocía en el tiempo. Exige revisar estrategias, incluso posibles vicios en la cultura de la organización. Pero de eso se mueren empresas e instituciones. De no conocer o no satisfacer demanda que antes fueron mudas y hoy se gritan en la plazas y en las redes.
Es tema abierto y su desenlace va a ser más de confluencia que de consenso.
Para plantear los conflictos entre discursos sociales, institucionales y corporativos hemos utilizado diagramas y gráficos de datos como los que aparecen a continuación. Nada dijo que fuera sencillo. Lo que intentamos es no ser agentes pasivos o estúpidos en todo lo que está pasando.




gif evolución europea del empleo

#EuroStat European Commission


proxectos galegos de custodia do territorio
El Mundo 2016/10/18

We are drowning in information, while starving for wisdom. The world henceforth will be run by synthesizers, people able to put together the right information at the right time, think critically about it, and make important choices wisely.

— E. O. Wilson  wikiquote 

Will we solve the crises of next hundred years? asked Krulwich. “Yes, if we are honest and smart,” said Wilson. “The real problem of humanity is the following: we have paleolithic emotions; medieval institutions; and god-like technology. And it is terrifically dangerous, and it is now approaching a point of crisis overall.” Until we understand ourselves, concluded the Pulitzer-prize winning author of On Human Nature, “until we answer those huge questions of philosophy that the philosophers abandoned a couple of generations ago—Where do we come from? Who are we? Where are we going?—rationally,” we’re on very thin ground.

  • Quoted in Harvard Magazine from a public discussion between Wilson and James Watson moderated by NPR correspondent Robert Krulwich, September 9, 2009

Sólo tengo preguntas

Según las noticias y los anuncios pierden credibilidad, más sentido tiene que las organizaciones empiecen a plantear estrategias de relaciones públicas.
Una de las últimas disciplinas -aún sin colegios profesionales reconocidos- que la ciencia de la comunicación impulsa desde grados y másteres universitarios. Enmascarada como comunicación corporativa o incluso como digitalización de las relaciones desde y entre organizaciones y ciudadanos.
Ante la caída del alcance mediático (que no periodístico) y la baja interacción con las plataformas y los perfiles oficiales en internet ,las relaciones públicas no son la solución en sí mismas. Una estrategia publirrelacionista sólo -nada menos que- construye cauces de diálogo y aporta interlocutores y referentes en entornos tan complejos como la década crítica que estamos viviendo.
El rechazo de esta estrategia sólo encarece los gastos publicitarios y devalúa el sistema periodistico con propaganda política y marketing vacío.
Si queremos alargar la vida de las instituciones y de las corporaciones que aún se mantienen en pie deberán aprobar en el juicio social cada vez más informado, pero también más maleable de la opinión pública.
Más allá de aferrarse a las poltronas y a los beneficios a corto plazo (cuanto duren) una organización manifiesta intención de servicio y de permanecer en su territorio cuando incorpora opiniones y voces alternativas en el planteamiento estratégico y de futuro.




gif evolución europea del empleo

#EuroStat European Commission


proxectos galegos de custodia do territorio
El Mundo 2016/10/18

We are drowning in information, while starving for wisdom. The world henceforth will be run by synthesizers, people able to put together the right information at the right time, think critically about it, and make important choices wisely.

— E. O. Wilson  wikiquote 

Will we solve the crises of next hundred years? asked Krulwich. “Yes, if we are honest and smart,” said Wilson. “The real problem of humanity is the following: we have paleolithic emotions; medieval institutions; and god-like technology. And it is terrifically dangerous, and it is now approaching a point of crisis overall.” Until we understand ourselves, concluded the Pulitzer-prize winning author of On Human Nature, “until we answer those huge questions of philosophy that the philosophers abandoned a couple of generations ago—Where do we come from? Who are we? Where are we going?—rationally,” we’re on very thin ground.

  • Quoted in Harvard Magazine from a public discussion between Wilson and James Watson moderated by NPR correspondent Robert Krulwich, September 9, 2009

19 octubre 2016

el infierno son los otros y la marca personal

Sigue haciendo falta una marca personal y profesional que sea visible en internet. No importan otros ruidos alrededor. En este mismo blog la revisaba sobre profesiones posibles, futuros en potencia.

En estos meses seguimos con otros vicios 2.0. Banalizamos el avatar, el identificador del perfil en plataformas sociales. Llevamos casi un par de décadas de experiencia en redes. Pasamos por las plataformas con bastante más liquidez. Queda mononlítico el categórico carnet de identidad o el número de registro sanitario nacional. Es lógico que las identidades digitales se muestren más fluidas. Aunque nuestras personalidades no cambien tanto. En estos tiempos parece que se aceleran. Ya incluso en LinkedIn se gastan bromas.

Antes de la poca Historia que pudo pasar a leerse en libros, las palabras dichas y los gestos escenificados han sido durante siglos el tatuaje y la marca de cada persona. A pesar del ruido de la ciudad, y de todo el aparataje de las industrias culturales que la acompaña con el avanzar de los siglos, los medios y consumos masivos no han acallado las voces rurales y urbanas que siguen marcan el estilo personal en barrios y aldeas. 

Aún repito que no es bueno quedar como Digital Homeless. Pero hoy leo posts anteriores y me resultan algo imperativos o simples instrucciones a seguir. Me gustan más ahora esos proyectos de inclusión con portafolios. Nadie debería quedar en la calle digital ninguneada como otra/o nadie. Desde Sócrates cuando menos, y destacado por los últimos estoicos, escribir sobre una/o mismo es fuente rica y generosa para el diseño y la evaluación de vivencias. Pero desde los primeros diarios y portafolios hace más de veinte siglos comenzó la serie de réplicas del yo. En clase no se callan las más bocazas diciendo que con los blogs de aula seguimos una larga serie de horteradas a la que no ven tanto sentido. 

Desde el principio, la  escritura (aunque fuera enseñada en la escuela) ha aportado mucho a la dimensión pública de nuestra imagen personal. Sucesivas tecnologías han prolongado la iconografía individual hasta los recursos audiovisuales móviles que nos permiten hoy registro, edición y recreación de imágenes, autoimágenes y semiselfies. Con más o menos esperanza de proyectar una marca personal, agregada o integrada en obras colectivas o sociales que conecta lo digital. Con la informalidad acostumbrada en las redes fotografiamos y diseñamos efímeros perfiles digitales. ¿Estaremos perdiendo el valor de autoconocimiento que tenía el diario estoico? 

No veo porqué tenemos que prescindir de la experiencia visual del yo. Muchos experimentos son desechados y así deben olvidarse. Otras vivencias pueden aportar innovación o constancia. El caso es hacer más reconocibles, diferentes, manifestaciones digitales de una autodeterminada y explícita identidad personal-profesional.

Con el "El infierno son los otros" creo que se puede comenzar un análisis diferente de las estrategias para una marca personal. Quizá la obra de teatro de Sartre, donde se dice esta frase, no se ajuste a las bambalinas de las vanidades contemporáneas. Sin embargo, a pesar de lo que han cambiado los tiempos, como en las escenas de aquel infierno teatral, no podemos escapar ni escondernos de los juicios ajenos.

Hegel y otros pensadores dialécticos recomiendan tomar en cuenta la visión externa. La única que puede objetivar nuestros figura, andares y parecer. Lo que pensamos de nosotros mismos no coincide, y carece de los datos familiares, tribales o grupales, que componen nuestra imagen local en los entornos en los que somos conocidos. Como otros materiales públicos, también mis demonios digitales -y públicos- componen mi yo privado.

el infierno son los otros y la marca personal

Sigue haciendo falta una marca personal y profesional que sea visible en internet. No importan otros ruidos alrededor. En este mismo blog la revisaba sobre profesiones posibles, futuros en potencia.

En estos meses seguimos con otros vicios 2.0. Banalizamos el avatar, el identificador del perfil en plataformas sociales. Llevamos casi un par de décadas de experiencia en redes. Pasamos por las plataformas con bastante más liquidez. Queda mononlítico el categórico carnet de identidad o el número de registro sanitario nacional. Es lógico que las identidades digitales se muestren más fluidas. Aunque nuestras personalidades no cambien tanto. En estos tiempos parece que se aceleran. Ya incluso en LinkedIn se gastan bromas.

Antes de la poca Historia que pudo pasar a leerse en libros, las palabras dichas y los gestos escenificados han sido durante siglos el tatuaje y la marca de cada persona. A pesar del ruido de la ciudad, y de todo el aparataje de las industrias culturales que la acompaña con el avanzar de los siglos, los medios y consumos masivos no han acallado las voces rurales y urbanas que siguen marcan el estilo personal en barrios y aldeas. 

Aún repito que no es bueno quedar como Digital Homeless. Pero hoy leo posts anteriores y me resultan algo imperativos o simples instrucciones a seguir. Me gustan más ahora esos proyectos de inclusión con portafolios. Nadie debería quedar en la calle digital ninguneada como otra/o nadie. Desde Sócrates cuando menos, y destacado por los últimos estoicos, escribir sobre una/o mismo es fuente rica y generosa para el diseño y la evaluación de vivencias. Pero desde los primeros diarios y portafolios hace más de veinte siglos comenzó la serie de réplicas del yo. En clase no se callan las más bocazas diciendo que con los blogs de aula seguimos una larga serie de horteradas a la que no ven tanto sentido. 

Desde el principio, la  escritura (aunque fuera enseñada en la escuela) ha aportado mucho a la dimensión pública de nuestra imagen personal. Sucesivas tecnologías han prolongado la iconografía individual hasta los recursos audiovisuales móviles que nos permiten hoy registro, edición y recreación de imágenes, autoimágenes y semiselfies. Con más o menos esperanza de proyectar una marca personal, agregada o integrada en obras colectivas o sociales que conecta lo digital. Con la informalidad acostumbrada en las redes fotografiamos y diseñamos efímeros perfiles digitales. ¿Estaremos perdiendo el valor de autoconocimiento que tenía el diario estoico? 

No veo porqué tenemos que prescindir de la experiencia visual del yo. Muchos experimentos son desechados y así deben olvidarse. Otras vivencias pueden aportar innovación o constancia. El caso es hacer más reconocibles, diferentes, manifestaciones digitales de una autodeterminada y explícita identidad personal-profesional.

Con el "El infierno son los otros" creo que se puede comenzar un análisis diferente de las estrategias para una marca personal. Quizá la obra de teatro de Sartre, donde se dice esta frase, no se ajuste a las bambalinas de las vanidades contemporáneas. Sin embargo, a pesar de lo que han cambiado los tiempos, como en las escenas de aquel infierno teatral, no podemos escapar ni escondernos de los juicios ajenos.

Hegel y otros pensadores dialécticos recomiendan tomar en cuenta la visión externa. La única que puede objetivar nuestros figura, andares y parecer. Lo que pensamos de nosotros mismos no coincide, y carece de los datos familiares, tribales o grupales, que componen nuestra imagen local en los entornos en los que somos conocidos. Como otros materiales públicos, también mis demonios digitales -y públicos- componen mi yo privado.